Por Catalina Jaramillo and Kate Yandell
La batalla de Robert F. Kennedy Jr. contra las vacunas, y contra las instituciones que las promueven, se remonta al menos hasta mediados de la década del 2000, como explicamos en el primer artículo de esta serie. Pero la llegada del COVID-19 le dio al abogado medioambientalista nuevos argumentos para intensificar sus ataques y una plataforma conveniente para ganar nuevos seguidores e ingresos.
La organización de Kennedy, Children’s Health Defense, ha publicado miles de artículos sobre el COVID-19, muchos de los cuales incluyen afirmaciones incorrectas, y hemos escrito sobre algunas de ellas. Durante la pandemia, la organización aumentó su alcance y duplicó sus fondos, según una investigación de la agencia Associated Press. El dinero extra le permitió al grupo abrir nuevas oficinas en EE. UU., Canadá, Europa y Australia; traducir sus contenidos al español, francés, italiano y alemán; lanzar un canal de televisión en línea; y abrir un estudio de cine. (Kennedy se tomó una excedencia comenzando el 1 de abril para dedicarse a su campaña presidencial).
En 2021, investigadores identificaron a Kennedy como uno de la “Docena de la desinformación”, o los 12 mayores difusores de información incorrecta sobre las vacunas contra el COVID-19 en línea. Ese mismo año, Instagram eliminó la cuenta de Kennedy por difundir información falsa, aunque fue reinstalada en junio debido a su campaña. En 2022, Meta eliminó las cuentas de Children’s Health Defense de Facebook e Instagram por violar “repetidamente” sus políticas de desinformación del COVID-19 (aunque siguen activas páginas locales de la organización en las plataformas).
El COVID-19 le ha dado a Kennedy una nueva base que comparte la desconfianza en las instituciones de salud y del gobierno, y él se ha asociado constantemente con el movimiento antivacunas. En su libro de 2021, “The Real Anthony Fauci”, Kennedy presenta al exdirector del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés) como el villano que lleva a cabo un plan maquiavélico para lucrarse de las vacunas, en colaboración con las compañías farmacéuticas, y al tiempo describe como “heroicos” a una lista de destacados activistas antivacunas a quienes le dedica el libro.
En diciembre 2021, Kennedy calificó falsamente a las vacunas contra el COVID-19 como “las vacunas más letales jamás fabricadas”, citando las muertes notificadas al Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS, por sus siglas en inglés), que es parte del sistema nacional de seguimiento de seguridad de las vacunas. Pero como hemos explicado, estas notificaciones no son verificadas y, como advierte la página de VAERS, cualquier notificación “a VAERS no es prueba de que una vacuna haya causado un evento”.
La ampliación de los requisitos de notificación y el intenso escrutinio generalizado que se le dio a las vacunas contra el COVID-19 aumentaron las notificaciones al VAERS, pero esto no quiere decir que las vacunas no sean seguras.
Más recientemente, durante su campaña, Kennedy organizó una mesa redonda virtual con algunos de los principales difusores de desinformación sobre el COVID-19, incluyendo al Dr. Joseph Mercola, Del Bigtree y el Dr. Pierre Kory. Y en el primer episodio de su serie de campaña en YouTube, las únicas tres personas que aparecen son la Dr. Christiane Northrup, el Dr. Robert Malone y Kory, cada uno de los cuales ha promovido información errónea sobre el COVID-19.
Una y otra vez, Kennedy ha tergiversado o distorsionado la ciencia sobre la pandemia o las vacunas contra el COVID-19. Aquí, en el artículo final de esta serie de tres partes, revisamos algunas de las afirmaciones que ha hecho hasta ahora sobre estos temas durante su campaña para disputar al presidente Joe Biden la nominación demócrata.
Le enviamos preguntas sobre esta serie a su campaña, pero no hemos recibido respuesta.
Grave tergiversación de un estudio genómico realizado a comienzos de la pandemia
Uno de los comentarios recientes de Kennedy más notables es la afirmación falsa de que el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, puede haber sido “dirigido” para atacar a los caucásicos y las personas negras, y que los judíos asquenazíes y las personas de origen chino son las “más inmunes” a la enfermedad.
“De hecho, el COVID-19, hay un argumento de que está dirigido a ciertas etnias. El COVID-19 ataca desproporcionadamente a ciertas razas”, dijo Kennedy al hablar sobre armas biológicas y “microbios étnicamente dirigidos”, durante una cena de prensa en Nueva York, hecha pública por el New York Post. “El COVID-19 está dirigido para atacar a caucásicos y personas negras. Las personas más inmunes son los judíos asquenazíes y los chinos”.
No se sabe, agregó, “si fue deliberadamente dirigido o no, pero hay estudios por ahí que muestran el … diferencial racial y étnico y el impacto de eso”. Como explicaremos, no hay estudios que respalden estas afirmaciones.
Sus comentarios, publicados la mañana del 15 de julio, fueron amplia y fuertemente criticados y condenados.
Horas después de la publicación, Kennedy acudió a Twitter, ahora conocido como X, para defenderse. Dijo que el artículo del New York Post estaba “equivocado” ya que él “nunca, jamás sugirió” que el SARS-CoV-2 “estuviese dirigido para proteger a los judíos”, refiriéndose al titular del Post.
Pero después agregó que había “señalado con precisión … que EE. UU. y otros gobiernos están desarrollando armas biológicas dirigidas a ciertas etnias y que un estudio de 2021 sobre el virus del COVID-19 muestra que el COVID-19 parece afectar desproporcionadamente a ciertas razas, dado que el sitio de acoplamiento de la furina es más compatible con negros y caucásicos y menos compatible con etnias chinas, finlandesas, y judíos askenazíes. En ese sentido, sirve como una especie de prueba de que hay armas biológicas dirigidas a ciertas etnias. Yo no creo y nunca he insinuado que el efecto étnico fuese deliberadamente diseñado”. Su publicación incluye un link a un estudio publicado en julio de 2020, no 2021.
Como hemos escrito, todas las agencias de inteligencia de EE. UU. coinciden en que el COVID-19 no es el resultado de un arma biológica.
Además, los hallazgos del estudio “nunca respaldaron” las afirmaciones de Kennedy, le dijo a CBS News uno de sus autores.
El estudio se realizó a comienzos de la pandemia, antes de que ningún tratamiento estuviera disponible, y los autores querían averiguar si los factores genéticos contribuían a la susceptibilidad al COVID-19, dado que esa información podría ayudar en el desarrollo de tratamientos personalizados.
Pero el estudio no probó si ciertas variables genéticas realmente hacían a las personas más susceptibles al COVID-19; y no encontró que “el COVID-19 pareciera afectar desproporcionadamente a ciertas razas” debido a factores genéticos, como Kennedy afirmó.
Lo que los autores hicieron fue analizar unos 81.000 genomas humanos en busca de mutaciones en dos proteínas que permiten al coronavirus entrar en las células, ACE2 y TMPRSS2. A continuación, utilizaron programas informáticos para identificar 124 mutaciones que podrían empeorar el COVID-19 y buscaron qué tan comunes eran esas mutaciones en distintas poblaciones.
El equipo descubrió que ciertos grupos, en concreto los africanos o afroamericanos y los europeos no finlandeses, tenían más probabilidades de presentar estas variantes posiblemente perjudiciales que los otros grupos; y que en el caso de la ACE2, no se identificaron mutaciones en los genomas de poblaciones judías asquenazíes o amish (las poblaciones asiáticas orientales, junto con las finlandesas, sudasiáticas y latinas, se situaban en el medio).
Pero como reconocieron los autores, los resultados solo “sugieren posibles asociaciones” entre determinadas variantes genéticas y la susceptibilidad al COVID-19, y necesitaban validarse en pacientes con COVID-19.
Un experto en genómica dijo en X que es posible que las conclusiones del artículo reflejen simplemente el sesgo del muestreo genómico, ya que muy pocos genomas procedían de judíos asquenazíes o personas amish, mientras que muchos más eran de personas africanas, afroamericanas o europeas.
Además, la mayoría de las mutaciones posiblemente nocivas son poco frecuentes en las poblaciones (a menudo el 0,01% o menos), por lo que difícilmente representan una buena forma de crear un arma biológica étnicamente dirigida, incluso si se validaran los hallazgos.
“Incluso si hay relación con ciertas composiciones genéticas que PUEDEN ponerlo a mayor o menor riesgo mayor”, dijo a PolitiFact Florian Kramer, virólogo en la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai en la ciudad de Nueva York, “estas influencias tienen un efecto muy pequeño”.
Otro estudio, publicado en abril de 2021, que realizó algunos ensayos bioquímicos para intentar confirmar determinados resultados, encontró que las variantes de ACE2 que aumentan o disminuyen la susceptibilidad al COVID-19 “son poco frecuentes, lo que es consistente con el bajo número general de polimorfismos del receptor ACE2 a nivel poblacional”. Los investigadores también dijeron que no encontraron una diferencia estadísticamente significativa en la frecuencia de variantes ACE2 en diferentes grupos de la población.
Varios estudios han demostrado que las disparidades raciales en los casos y muertes por COVID-19 se explican principalmente por desigualdades sociales y económicas estructurales, como el acceso a atención médica de calidad, y no por diferencias genéticas. Las investigaciones no han sugerido que los judíos o las personas chinas tengan algún tipo de “inmunidad” genética al COVID-19.
Esta no es la primera vez que Kennedy hace comentarios controversiales sobre los judíos durante la pandemia de COVID-19. En una marcha contra la obligatoriedad de las vacunas en 2022, dijo que los judíos estaban en mejor situación en la Alemania nazi que los estadounidenses bajo las políticas de salud pública adoptadas para frenar la propagación del COVID-19. “Incluso en la Alemania de Hitler, podías cruzar los Alpes hasta Suiza. Podías esconderte en un ático como hizo Ana Frank”, dijo.
Durante una audiencia convocada por los republicanos de la Cámara de Representantes en julio, Kennedy negó las acusaciones de racismo y antisemitismo, y en un intercambio con la representante Debbie Wasserman Schultz, demócrata por Florida, afirmó falsamente que “nunca jamás” había comparado las medidas de salud pública durante la pandemia con la Alemania de Hitler.
Los malentendidos de Kennedy sobre las vacunas contra el COVID-19 y su transmisión
Durante una entrevista con el New Yorker publicada el 7 de julio, Kennedy dijo que desde el principio supo que las vacunas contra el COVID-19 “eran una causa perdida” porque “no evitarían las transmisiones”.
“En un momento dado los científicos creían que las vacunas contra el COVID prevenían las transmisiones”, aseguró. “Yo dije: No, no previenen la transmisión, porque he leído los estudios en monos de mayo de 2020 y vi que la cantidad de concentración del virus en la faringe nasal de los monos vacunados era idéntica a la de los monos no vacunados”.
En primer lugar, como hemos explicado antes, detener la transmisión de enfermedades no es un requisito que deban cumplir las vacunas. Mientras que algunas vacunas reducen la propagación de enfermedades, otras no lo hacen, y la incapacidad de hacerlo no significa que una vacuna fracase. A menudo, el objetivo principal de una vacuna es prevenir enfermedades o enfermedades graves, como es el caso de las vacunas contra el COVID-19.
Las vacunas contra el COVID-19 se autorizaron para uso de emergencia basándose en su capacidad para prevenir enfermedades sintomáticas en ensayos clínicos, no por afectar a la transmisión. En diciembre de 2020, cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) autorizó la primera vacuna contra el COVID-19, la agencia incluso advirtió de que no se sabía si la vacuna evitaría la propagación del coronavirus.
Sin embargo, eso no significa que las vacunas contra el COVID-19 no afectaran a la transmisión. En los meses siguientes, los datos mostraron que la vacunación sí reducía la propagación, ya fuera porque las personas vacunadas estaban protegidas contra la infección o porque eran menos contagiosas si se infectaban.
Sin embargo, con la aparición de la variante ómicron, que es más transmisible y esquiva desde un punto de vista inmunitario, las vacunas ya no eran tan eficaces en prevenir infecciones o reducir la propagación del virus. Es probable que las vacunas sigan reduciendo la transmisión, pero solo un poco y durante un periodo de tiempo más corto, según han demostrado algunas investigaciones. Eso no significa que las vacunas no funcionan. Las vacunas siguen proporcionando cierta protección contra enfermedades sintomáticas y reducen el riesgo de enfermedades graves y muerte.
Kennedy también se equivoca al afirmar que los estudios en monos de las que entonces eran vacunas candidatas no mostraban diferencias en la concentración viral en la nasofaringe, agregando que las vacunas no tendrían ningún efecto sobre la transmisión. En un estudio publicado en julio de 2020, los animales vacunados con las vacunas de Moderna y luego infectados a propósito con el virus mostraron niveles mucho más bajos del virus en las muestras de la nariz y el pulmón que los animales no vacunados infectados a propósito.
Los autores incluso escribieron que su estudio “mostró una prevención temprana de la propagación viral en las vías respiratorias superiores e inferiores después de una exposición a dosis altas”, señalando que “la capacidad de limitar la replicación viral tanto en vías respiratorias inferiores como superiores presenta importantes implicaciones para la prevención inducida por las vacunas, tanto de la enfermedad como de la transmisión del SARS-CoV-2”.
Los resultados fueron similares en el caso de la vacuna adenoviral contra el COVID-19 de Johnson & Johnson de una sola dosis. En un estudio publicado en Nature en julio de 2020, solo uno de los seis monos vacunados tenía virus detectable en la nariz en algún momento, en claro contraste con los animales no vacunados, que tenían mucho más virus durante más tiempo.
Los resultados en monos fueron más ambiguos en el caso de las vacunas de Pfizer/BioNTech. Un diseño de una vacuna, BNT162b1, mostró una reducción más clara de la carga vírica en muestras nasales, mientras que otro, BNT162b2, el que finalmente se utilizó en la vacuna, no lo hizo. Pero no es cierto que la cantidad de virus en los animales no vacunados y vacunados fuera “idéntica”. Un día después de la infección, los animales vacunados con BNT162b2 tenían cantidades más altas de virus en la nariz que los del grupo de control no vacunado, pero en el resto de los días analizados posteriormente, a partir del día 3, ninguno de los animales vacunados con BNT162b2 tenía en absoluto virus detectable en la nariz, a diferencia de los animales no vacunados. Los hisopos tomados de la parte posterior de la garganta también mostraron que ambos diseños de la vacuna reducían la cantidad de virus en esa zona.
Es posible que Kennedy esté pensando en los resultados de las pruebas en monos de la vacuna de Oxford-AstraZeneca. Esos resultados, publicados en mayo de 2020, no mostraron ninguna diferencia en la carga viral en la nariz entre los animales vacunados y los no vacunados, algo que los autores de Moderna señalaron y contrastaron con sus resultados. Pero la vacuna de AstraZeneca utiliza un diseño diferente al de las inyecciones de ARNm y nunca se utilizó en EE.UU. Y a pesar de los resultados de los monos, investigaciones posteriores sugieren que las vacunas de AstraZeneca sí redujeron la transmisión en personas.
Lo que demuestra el estudio de la Clínica Cleveland sobre la eficacia de las vacunas
En entrevistas recientes, Kennedy también ha citado un estudio de la Clínica Cleveland para reforzar la falsa afirmación de que las vacunas contra el COVID-19 no proporcionan “ninguna ventaja”.
En un episodio del 15 de junio del podcast “Joe Rogan Experience”, dijo: “Lo que ese estudio muestra es que cuantas más vacunas te pongas, más probable es que enfermes, y que las personas más vacunadas tienen… 3,5 veces más riesgo de enfermar que las no vacunadas. Así que no es un buen perfil para un producto médico”.
Kennedy repitió los mismos resultados del estudio de la Clínica Cleveland en un episodio del podcast “Club Random with Bill Maher” el 25 de junio. Después de que Maher le preguntara sobre la protección que ofrecen las vacunas contra el COVID-19 grave, Kennedy dijo: “Mi opinión al respecto es que las vacunas no ofrecen ninguna ventaja”.
Lo hemos dicho anteriormente, hay pruebas claras de que las vacunas contra el COVID-19 han prevenido enfermedades graves y muertes, y han proporcionado cierta protección contra infecciones y enfermedades más leves.
Como en muchas de las declaraciones de Kennedy, hay una parte de verdad que ha sido mal interpretada.
Como ya explicamos en un artículo anterior, los estudios observacionales como el de la Clínica Cleveland pueden mostrar relaciones entre cosas que en realidad no están relacionadas directamente. El estudio sobre los trabajadores de la Clínica Cleveland mostró que en los meses posteriores a la disponibilidad de las dosis de refuerzo bivalente para la variante ómicron, los empleados que habían recibido más dosis de las vacunas contra el COVID-19 originales y de refuerzo tenían estadísticamente más probabilidades de dar positivo en las pruebas de detección del COVID-19. En un análisis, las personas que recibieron previamente más de tres dosis de vacunas tenían alrededor de 3,5 veces más probabilidades de tener un diagnóstico de COVID-19 que las que no habían recibido ninguna dosis previa.
Pero el hallazgo no demuestra que las vacunas contra el COVID-19 causaran un mayor riesgo de contraer COVID-19, según nos dijeron los expertos, ni que “cuantas más vacunas te pongas, más probable es que te enfermes”, como afirmaba Kennedy.
Uno de los autores del estudio, el Dr. Nabin Shrestha, médico especialista en enfermedades infecciosas en la Clínica Cleveland, nos dijo que “un estudio como éste, un solo estudio, no va a demostrar ninguna relación causa-efecto”.
Los expertos nos hablaron de muchos factores que podrían hacer parecer que las vacunas aumentan el riesgo de contraer COVID-19, cuando en realidad no era así. Por ejemplo, es posible que las personas que recibieron más dosis previas tuvieran más propensión a someterse a pruebas, a ser mayores y menos sanas, o a estar más expuestas al virus, y menos probabilidades de haberse infectado recientemente. Cualquiera de estos factores podría aumentar el riesgo de contraer COVID-19.
Además, el principal hallazgo del estudio de la Clínica Cleveland fue que la dosis de refuerzo bivalente para la variante ómicron proporcionó cierta protección inicial contra los resultados positivos de COVID-19, en consonancia con los resultados de otros estudios. En general, las investigaciones han demostrado que las dosis adicionales contra el COVID-19 amplían la respuesta inmunitaria al virus.
Declaraciones sobre los resultados del ensayo de las vacunas contra el COVID-19
Kennedy también proporciona una descripción equivocada de los resultados del ensayo de las vacunas contra el COVID-19 de Pfizer/BioNTech al centrarse en las muertes por COVID-19 en los grupos vacunados y de placebo, y haciendo algunos cálculos erróneos.
“Durante ese período de seis meses, en el grupo de vacunados murió una persona de COVID, y en el grupo de placebo murieron dos personas de COVID. Esto permite a Pfizer decir al público, y a la FDA, que esta vacuna es eficaz al 100%, porque dos es el 100% de uno”, le dijo a Rogan durante la entrevista.
En primer lugar, ni Pfizer/BioNTech ni la FDA han dicho nunca que las vacunas tuvieran una eficacia del 100% basándose en las muertes por COVID-19, que ni siquiera era un criterio de valoración en el ensayo. Y, por supuesto, así no es como funcionan las matemáticas, tendría que haber cero muertes en el grupo vacunado para obtener una eficacia del 100%.
La principal forma en la que se evaluó la eficacia de las vacunas contra el COVID-19 fue por su capacidad para prevenir el COVID-19 sintomático, en lo que se basaron para autorizarla para uso de emergencia. Pfizer/BioNTech informó por primera vez que su vacuna tenía una eficacia del 95% contra el COVID-19 sintomático en noviembre de 2020, y la FDA utilizó la misma cifra en la autorización casi un mes después. En 2021, los resultados actualizados del ensayo mostraron una eficacia del 91%. Los datos finales del estudio de Moderna mostraron una eficacia del 93%.
Una medida secundaria era su eficacia contra el COVID-19 grave, incluyendo la muerte. Según datos del ensayo, la eficacia de la vacuna de Pfizer/BioNTech fue del 95% o del 100%, dependiendo de la definición de COVID-19 grave. Esa cifra se calculó comparando el número de casos graves a partir de siete días después de recibir la segunda dosis, que fue de uno en el grupo vacunado frente a 21 en el grupo placebo (95%), o de cero en el grupo vacunado frente a 31 en el grupo placebo (100%).
La eficacia de la vacuna no se midió en relación con las muertes por COVID-19 porque son mucho menos frecuentes que las enfermedades sintomáticas. Maria Sundaram, investigadora del Centro de Epidemiología Clínica y Salud Poblacional del Instituto de Investigaciones de la Clínica Marshfield, nos dijo que para ello habría sido necesario un estudio mucho más amplio, que habría llevado más tiempo.
“También nos preocupaban las enfermedades sintomáticas por COVID-19”, nos dijo Sundaram en un correo electrónico. “En casi todos los casos de COVID-19 grave, incluidas las muertes relacionadas con el COVID-19, un componente clave es una enfermedad sintomática por COVID-19. Así que un paso lógico importante aquí es que una reducción en la población de enfermedades sintomáticas por COVID-19 también representaría una reducción probable en la población con resultados más graves por COVID-19”.
Estudios observacionales posteriores, señaló Sundaram, han demostrado que las vacunas funcionan para prevenir muertes relacionadas con el COVID-19.
Durante la misma entrevista, Kennedy señaló que en el grupo de placebo murieron 17 personas, mientras que en el grupo de las vacunas murieron 21. Luego afirmó incorrectamente que estos datos muestran que “si recibes las vacunas, tienes un 21% más de probabilidades de morir en seis meses”.
Kennedy tiene razón en que, según los datos actualizados del ensayo disponibles en un documento de la FDA, hasta el 13 de marzo de 2021 hubo un total de 38 muertes desde que los participantes recibieron la primera dosis de la vacuna o del placebo; 21 en el grupo de los vacunados y 17 en el grupo del placebo. Pero son muertes debidas a todo tipo de causas. “Ninguna de las muertes fue considerada relacionada con la vacunación”, añade el informe del ensayo.
“La cifra 17/21 no significa que las vacunas causen daños”, nos dijo Sundaram. “Nuestro deseo es que el procedimiento de randomización tenga como resultado que los grupos de tratamiento sean lo más parecidos posible. Como la vida es fortuita y hay muchos factores fuera de nuestro control, a veces hay una pequeña diferencia en un ensayo clínico que se debe al azar”.
“No se ha observado un aumento del riesgo de muerte asociado a las vacunas en ningún estudio sobre la seguridad de las vacunas contra el COVID-19 en los EE. UU.”, añadió.
El ataque de Kennedy a las directrices de la pandemia
Durante su campaña, Kennedy ha relacionado repetidamente las medidas de salud pública para controlar la pandemia previas a las vacunas, como el cierre de negocios y las órdenes de quedarse en casa, con lo que él llama un “ataque” a la clase media.
“Ha habido un ataque sistemático a nuestra clase media, y el tiro de gracia fue el confinamiento”, dice en un video de campaña de ocho minutos.
Los “confinamientos”, dijo Kennedy a Michael Smerconish durante un debate público en Pensilvania en junio, supusieron un “gasto de 16 billones de dólares por el que no obtuvimos nada”.
“Los confinamientos robaron cuatro billones [de dólares] a la clase media y a los pobres de este país y los transfirieron a los súper ricos. Creamos quinientos nuevos multimillonarios, un multimillonario al día, todos los días”, le dijo también al New Yorker.
Como hemos escrito, varios estudios han concluido que las restricciones impuestas por el gobierno en un esfuerzo por reducir la propagación del coronavirus redujeron los casos de COVID-19 y/o las muertes. (Lo que muchas personas han llamado “confinamiento” en los EE. UU. no eran verdaderos confinamientos como los que se vieron en China. Las órdenes de quedarse en casa, por ejemplo, limitaban el movimiento diario a actividades esenciales y se aplicaban de forma poco estricta).
Kennedy no respondió a nuestras preguntas pidiendo la fuente de sus cifras, pero 16 billones de dólares aparece en un artículo de opinión publicado por dos economistas de Harvard en JAMA en octubre de 2020. La primera estimación, sin embargo, no es específica para el coste de los “confinamientos”, sino que abarca el coste total de la pandemia. Se consideraron todas las pérdidas económicas, incluidas las muertes prematuras y el deterioro de la salud a largo plazo, y se asumió que la pandemia estaría “sustancialmente contenida para el otoño de 2021”.
La cifra de 500 nuevos multimillonarios probablemente procede de Forbes, que en 2021 informó de que durante la pandemia se unieron a su lista de “Multimillonarios del mundo” un récord de 493 personas, “lo que significa que el mundo ganó de media un nuevo multimillonario cada 17 horas” desde el 18 de marzo de 2020. Pero contrariamente a la sugerencia de Kennedy de que los multimillonarios están todos en EE. UU., la cifra abarca todo el planeta. Solo en China hubo 205 nuevos multimillonarios, mientras que en EE. UU. hubo 98.
La cifra de 4 billones de dólares podría proceder de un análisis de Oxfam de 2022, según el cual el patrimonio neto de los multimillonarios de todo el mundo aumentó en 3,8 billones de dólares durante la pandemia (un análisis más reciente de Oxfam afirma que los multimillonarios aumentaron su riqueza en 5 billones de dólares durante la pandemia). Pero, de nuevo, la cifra no se refiere específicamente a Estados Unidos.
Kennedy podría estar refiriéndose a una cifra aproximada de la respuesta federal al coronavirus, que ascendía a 4,6 billones de dólares al 31 de enero de 2023, según la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno. Aunque algunos de los fondos fueron robados, malgastados o mal empleados, una buena parte del dinero se destinó a programas para ayudar a personas de clase media y más baja, incluyendo el seguro de desempleo y el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria, o cupones de alimentos.
Declaraciones sobre tratamientos COVID-19 sin probar
A pesar de que varios ensayos controlados aleatorios a gran escala han demostrado que ni la medicina antiparasitaria ivermectina ni la medicina contra la malaria, la hidroxicloroquina, benefician a los pacientes con COVID-19, Kennedy sigue promoviendo estas medicinas de eficacia no demostrada como tratamientos eficaces contra la enfermedad.
“Tuvieron que destruir la ivermectina y la hidroxicloroquina y desacreditarlas, y tuvieron que decirle a todo el mundo que no son eficaces porque si hubieran reconocido que son eficaces… toda el negocio de las vacunas de 200 mil millones de dólares se habría derrumbado”, le dijo a Rogan, durante su entrevista del mes de junio
Según la lógica de Kennedy, “ellos”, presumiblemente el gobierno y los científicos, “tuvieron” que mentir sobre la eficacia de la ivermectina y la hidroxicloroquina porque, por ley, “no se puede emitir… una autorización de uso de emergencia de una vacuna si existe un medicamento aprobado para otro fin que ha demostrado ser eficaz contra la enfermedad en cuestión”, dijo.
Según la FDA, uno de los requisitos legales de una autorización de uso de emergencia (EUA, por sus siglas en inglés), es que “no existan alternativas adecuadas, aprobadas y disponibles”. Pero como nos dijo en un correo electrónico Allison M. Whelan, profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Georgia, “RFK Jr. malinterpreta lo que esta disposición significa en la práctica y cómo la FDA interpreta esa disposición”.
En primer lugar, la FDA distingue entre productos que tratan una enfermedad y los que la previenen, como una vacuna.
“Una EUA de un tratamiento seguro y eficaz no afectaría a una EUA de una vacuna segura y eficaz. En términos más generales, una EUA no excluye a otras EUA”, nos dijo en un correo electrónico Joanna Sax, profesora en la Escuela de Leyes California Western.
Incluso si un medicamento hubiera sido aprobado, en lugar de autorizado, para tratar el COVID-19, eso no impediría que la FDA autorizara o aprobara una vacuna, y viceversa. Sax mencionó como ejemplo el antiviral Paxlovid, que recibió una EUA como tratamiento contra el COVID-19 en diciembre de 2021, a pesar de que la vacuna contra el COVID-19 de Pfizer/BioNTech ya estaba aprobada.
Kennedy sigue estando equivocado incluso si piensa que la ivermectina y la hidroxicloroquina son preventivas. En ese caso, dijo Whelan, “la FDA todavía podría haber tenido la flexibilidad para emitir EUAs y, en última instancia, la aprobación para ambas”.
Como explica un documento orientativo de la FDA, la existencia de un producto aprobado no excluye una EUA para otro producto: el producto aprobado también debe ser “adecuado” y “estar disponible”. La guía explica que, por ejemplo, un producto puede considerarse “no disponible” si no hay suficiente suministro del mismo, o “inadecuado” si la alternativa aprobada tiene contraindicaciones en grupos de población específicos.
Legalmente, por tanto, el argumento de Kennedy es falso. También se basa en la noción incorrecta de que estos medicamentos funcionan contra el COVID-19, cuando no es así.
Como hemos escrito, los ensayos clínicos tanto de la ivermectina como de la hidroxicloroquina no han mostrado ninguna evidencia de su eficacia contra el COVID-19.
Los Institutos Nacionales de Salud, que desaconsejan el uso de la ivermectina, revisaron al menos una docena de ensayos controlados aleatorizados, incluidos tres de envergadura, el ensayo Together, el ensayo ACTIV-6 y el ensayo COVID-OUT, y todos ellos mostraron que la ivermectina no tenía un impacto significativo sobre síntomas, visitas a urgencias, hospitalizaciones o muertes asociadas al COVID-19.
La hidroxicloroquina fue autorizada brevemente para uso de emergencia en 2020, pero como informamos, la agencia revocó la EUA después de que los ensayos controlados aleatorios no encontraran ningún beneficio en pacientes con COVID-19 y quedara claro que los riesgos de usar el medicamento para prevenir enfermedades eran mayores que los beneficios. El ensayo Recovery, realizado en el Reino Unido, no halló diferencias significativas en la mortalidad de los pacientes hospitalizados que utilizaron hidroxicloroquina: el 27% de ellos falleció en un plazo de 28 días, frente al 25% de los pacientes que recibieron el tratamiento estándar.
Los resultados de estos ensayos controlados aleatorios, considerados el criterio de referencia para evaluar los niveles de seguridad y eficacia, no han impedido que Kennedy promocione estas medicinas como eficaces.
Es más, en una entrevista con Jesse Watters el 10 de julio, Kennedy afirmó que Fauci, antiguo director del NIAID, “causó muchos daños” al no proveer la ivermectina y otros tratamientos no aprobados contra el COVID-19 a la población estadounidense.
“Hemos acumulado el mayor número de muertes del mundo. Solo tenemos el 4,2% de la población mundial, pero tuvimos un 16% de muertes por COVID en este país, y eso … se debió a una mala política. Hay países que hicieron lo contrario que nosotros, que suministraron ivermectina, hidroxicloroquina y otros tratamientos tempranos a sus poblaciones, y tuvieron una duodécima parte de nuestra tasa de mortalidad”, declaró a Watters.
Los EE. UU. sí tienen el mayor número de muertes totales por COVID-19 en el mundo y la mayor tasa de muertes entre los países ricos. Pero no hay pruebas de que eso se deba a que la gente no tomara tratamientos no probados como la ivermectina y la hidroxicloroquina, los cuales, como hemos dicho, no han demostrado beneficiar a personas con COVID-19 en múltiples estudios.
Según un análisis del New York Times, EE. UU. obtuvo peores resultados que otros países ricos, en parte, porque tenía una proporción menor de personas totalmente vacunadas.
También cabe señalar que los países que autorizaron el uso de tratamientos no probados no obtuvieron resultados especialmente buenos en comparación con el resto del mundo. En Perú, por ejemplo, se utilizó mucho la ivermectina. Sin embargo, en marzo de este año, cuando se actualizaron los datos por última vez, el país tenía la tasa de mortalidad per cápita por COVID-19 más alta del mundo, según un registro de la Universidad Johns Hopkins.
Orígenes del COVID-19
Kennedy ha promovido teorías falsas sobre los orígenes de la pandemia de la gripe de 1918, el VIH, el VRS y la enfermedad de Lyme. También realiza afirmaciones infundadas sobre los orígenes de la pandemia del COVID-19 y tiene un libro de próxima publicación sobre el tema.
Para resumir lo que constata la evidencia: No hay pruebas probadas de cómo se originó el SARS-CoV-2. Cuatro agencias de la comunidad de inteligencia estadounidense, el Consejo Nacional de Inteligencia y muchos científicos afirman que lo más probable es que el virus saltara de animales a humanos mediante un derrame natural. Algunos científicos sostienen que hay muchas probabilidades de que esto ocurriera en el mercado mayorista de mariscos de Huanan, en Wuhan (China).
No se puede descartar otra teoría, según la cual el SARS-CoV-2 infectó primero al personal que investigaba los coronavirus en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV, por sus siglas en inglés). Dos agencias de la comunidad de inteligencia dicen que no pueden determinar los orígenes de la pandemia, y otras dos afirman que la explicación más probable es que se trate de un incidente relacionado con el laboratorio. Sin embargo, sigue sin haber pruebas de que el WIV estuviera investigando el SARS-CoV-2 o un progenitor cercano.
Según los científicos, si el virus procediera del WIV, es improbable que fuera creado con bioingeniería. “Casi todas” las agencias coinciden en que el SARS-CoV-2 no fue manipulado genéticamente, según un informe de la comunidad de inteligencia, y todas las agencias “determinan que el SARS-CoV-2 no fue desarrollado como arma biológica”.
En una aparición el 16 de junio en el programa “Rising” de Hill, Kennedy nombró a un científico de WIV que supuestamente estuvo entre los primeros humanos que se enfermaron con COVID-19. Pero como hemos escrito antes, el científico en cuestión ha negado haber estado enfermo en ese momento, y el informe de la comunidad de inteligencia afirma que la información sobre los investigadores del WIV “no apoya ni refuta ninguna de las hipótesis sobre los orígenes de la pandemia”.
Kennedy también ha dicho, tanto en “Rising” como en la entrevista a Watters, que los Institutos Nacionales de Salud enseñaron a los científicos del WIV a diseñar virus como armas biológicas y financiaron investigaciones del WIV.
Como ya hemos dicho, los científicos y las agencias de inteligencia coinciden en que el SARS-CoV-2 no fue diseñado como arma biológica. Ya hemos abordado anteriormente el prolongado debate sobre si el trabajo del WIV sobre los virus quiméricos modificados genéticamente, financiado indirectamente por los NIH, constituía una investigación de “ganancia de función”. Pero independientemente de ello, los virus utilizados no eran lo suficientemente similares al SARS-CoV-2 como para haber tenido algo que ver con la causa de la pandemia.
Traducido por Elena de la Cruz y Catalina Jaramillo.
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